Palabras pronunciadas por el Presidente de la Academia Nacional de Medicina del Uruguay en la inhumación de los restos del Académico Carlos Gómez Fossati.-
Con la desaparición física del Académico Carlos Gómez Fossati, la Academia Nacional de Medicina del Uruguay pierde a unos de sus integrantes que presentaba una de las historias profesionales médicas más brillantes.-
Ingresó a la Academia por el voto secreto de sus pares el 18/12/2004.
Su impecable trayectoria estudiantil y más aún su descollante carrera docente, dieron méritos más que suficientes para ocupar el cargo de Académico Titular. Junto a estos antecedentes que forjaron su estructura científica, la calidad ética y moral de Gómez Fossati, sellaron definitivamente su estatus de Académico.
Su presencia en los plenarios siempre significó una opinión ajustada y esclarecedora en todos los temas que se trataban.
Por su excelencia científica y su riguroso y equilibrado criterio, integró durante los cortos 5 años de Académico, los tribunales del “Gran Premio Nacional de Medicina” en 3 oportunidades y en igual número de casos el tribunal del “Premio El País”. Por iguales razones formó parte de la Comisión Calificadora Intersectorial Permanente, que tiene por objetivo el juzgamiento de los antecedentes científicos de los aspirantes a Académicos.
Recordamos su magnífica exposición en el plenario de Académicos sobre el Programa de Trasplante de Hígado, tarea que asumió con enorme entusiasmo y desinterés de todo tipo luego de su cese como Profesor Director de Clínica Quirúrgica. Tampoco olvidamos su ciclópea tarea encomendada por la Academia en la organización para conmemorar los 40 años del primer trasplante de riñón en el Uruguay, situación histórica que Gómez Fossati la vivió como uno de los actores en primera línea.
Hace apenas unos meses, la Academia lo nombró integrante del Comité de Ética de la Investigación, organismo llamado a desempeñar un importante rol en el campo de la investigación en seres humanos.
Nos conocimos con Carlos en el año 1955 cuando cursábamos 1er. Año de Preparatorio en el Colegio del Seminario. Desde entonces, la empatía se instaló; horas de estudio nos unieron más de una vez en aquel lejano tiempo. Luego, realizamos caminos distintos dentro de la Medicina.
Nos reencontramos primero en el barrio y luego en la Academia. Era el mismo Carlos de siempre: humilde y bueno. Trató a los demás con respeto y tolerancia. Enfrentó su enfermedad con la dignidad y entereza que siempre formaron parte de su persona.
Fue uno de los Grandes.
Que en paz descanse y para los que queremos creer en Dios, que lo reciba en su gloria.-