sábado, 15 de noviembre de 2008

María Lilia Fossati de Abadie Santos (II).

Escribe: Liliana María Vidal Abadie:

Hablar sobre mi abuela Nené es hablar de alguien a quien admiro desde que tengo memoria. Mi mamá ya dijo mucho por lo cual no quiero ser reiterativa, pero realmente es tal cual ella la describió. Es un huracán que es imposible no sentir, que a sus 95 años nos sigue asombrando con su energía inagotable, con sus ganas de hacer cosas, con su maravillosa inteligencia que gracias a Dios conserva y hace que siga disfrutando de su vida y nosotros de ella. Siempre la vi como un ejemplo de vida, que supo hacer a un lado su propio dolor para sacar adelante a sus hijos, que salió a pelearla con lo que eso significaba para una mujer en esa época.

Los primeros recuerdos que tengo de ella son yéndome a buscar a la escuela en un Chevrolet de 1949 que para mí con 4 años era gigante. Luego las largas en que luego del colegio nos íbamos con mi hermana a tomar el té a su casa -antes de bajar a clase de guitarra con mi tía ahí mismo- acompañada de sus deliciosas recetas que íbamos pidiendo semana a semana.

Es muy difícil resumir tantos años que he tenido el placer de compartir con ella, siempre activa o mejor dicho hiperactiva: cuando no nos cocinaba nos estaba cosiendo algo, o jugando a las cartas, o descifrando sus famosas telegrillas. Muchas veces me han dicho que me parezco a ella por mi inquietud; la verdad que para mi es más que un orgullo si bien creo que como ella no hay. ¡Si llego a la mitad de edad así me daré por satisfecha! Uno siempre quiere tener a sus seres queridos hasta la eternidad pero lo más lindo de tener a Nené y sus casi 96 añitos es que su cabecita está tan lúcida como antes o más!!!

Aún hoy me impacta verla “en acción”, es como si en ella convivieran muchas “Nenés”: la fanática del fútbol y sobre todo del glorioso Tricolor (pasión que compartimos), la actualmente más apasionada por el tenis, la que nos dice que no le alcanzan los crucigramas porque son demasiado fáciles, la Nené a la cual es absolutamente imposible ganarle al rummy porque puede haber un pozo de 50 cartas y la única que sabe cuáles son es ella, la que nos sigue pidiendo que le llevemos cosas para coser porque si no “se aburre”, la que sigue poniéndose nerviosa cuando su “hijita” Inés no llegó a las 5 de la tarde y no le avisa, la que odia perder en cualquier tipo de juego, la que tenía tejidos varios pares de escarpines a los 3 días de enterarse que iba a ser bisabuela. Podría seguir enumerando un millón de cosas, y lo que siempre destaco es su manera de enfrentar la vida. Nunca bajó los brazos, ni con sus hijos chicos ni cuando perdimos a mi tío Marito con lo que significa perder un hijo. No tengo dudas que Dios la eligió porque sabía que ella era fuerte como para soportarlo. Por eso es imposible no respetarla y estar orgullosa de ella.

Hay miles de recuerdos lindos que podría contar, pero quiero terminar contando uno muy especial para mí y bastante reciente: el 15 de diciembre de 2006 fue mi casamiento para el cual le pedí que leyera una de las lecturas en la iglesia. No me costó mucho convencerla. Fue increíble verla ahí paradita y casi recitando la lectura. Se me caían las lágrimas de ver como ella casi sin leer el papel interpretaba cada frase mirándonos con una expresividad que se me ponía la piel de gallina. Fue tan emotivo que ni bien terminó toda la Iglesia se puso a aplaudirla. Son esas cosas que jamás borraré de mi corazón. La verdad que es una bendición poder tener a Nené en la familia y sin dudas es de las personas que más amo en este mundo.

Foto: María Lilia (Nené) con sus dos nietas, Liliana y María José.

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