Pablo Roberto Fossati Benenati.
Escribe Alberto Fossati Introzzi:
El 17 de mayo pasado falleció Pablo Fossati a la edad de 83 años. Nos pareció oportuno en este lugar de encuentro de la familia Fossati rescatar algunas líneas de un Editorial del semanario Búsqueda -el cual fue uno de sus sueños- donde la pluma de Danilo Arbilla nos pinta algunas de sus facetas y virtudes.
Dice de Pablo, que era un hombre “tolerante”, “con sentido común”, “un liberal entero en lo económico y lo político”, “sensible a los temas sociales y humanos y en particular a los tan mentados derechos humanos”. Una persona “que sabia infundir serenidad”, ”llevar la calma”, “dar respaldo”, todo lo cual quizás había aprendido en sus años jóvenes de navegación en su frágil yola: la Aída Cristina. También nos cuenta Arbilla que “vivió en París cuando tenía los años que había que tener para vivir en París y en la época en que había que estar en la Ciudad Luz”; de ahí quizás su bonhomía, su humanismo y su enfoque existencial del devenir.
Es bueno recordar que Pablo había nacido allá por 1924, en el hogar del Dr. Américo Fossati Rosselli y Alicia Benenati Roldós y era el quinto de seis hermanos: 1) Alicia María (Pocha); 2) Américo Leónidas (Mango); 3) Carlos María (Poto); 4) José Luis (Pepe); 5) Pablo Roberto y 6) Guillermo Horacio (Meme). Estudió con los jesuitas y se graduó en leyes en la Universidad de la República.
Se casó en primeras nupcias con Hana Fischer, de ascendencia checoslovaca; con quien tuvo a sus cuatro hijos: 1) Pablo Alberto; 2) Luis Enrique, 3) Ana María y 4) Ricardo Francisco, que le dieron 11 nietos. Años después de enviudar, se casó con Penélope Calatzis, de ancestros griegos, con quien compartió buenos tiempos cultivando la bohemia rural de “La Chacra”, un refugio sencillo frente a la cruz y la roca del Pan de Azúcar, donde plantó robles, fresnos y nogales y cultivó familia y amigos. De allí salieron ideas, lecturas, tertulias, editoriales, viajes y varias reuniones familiares y de amigos que se repetían al menos una vez por año, cada 26 de diciembre, el día de su cumpleaños. Juntos festejamos varios.
El editorial nos recuerda que Pablo “no sólo fue abogado, sino mucho más”; fue también banquero (en ambas márgenes del Río de la Plata), estanciero y arrocero (allá por la Laguna Merim, en los pagos blancos de Cerro Largo y Rio Branco); periodista (de Búsqueda e impulsor de la Revista de la ARU), comentarista radial (en “Tomándole el pulso a la República” de radio Carve); dirigente gremial (en la Asociación Rural, en la Asociación de Bancos, en el Colegio de Abogados). Fue fundador presidente y socio de honor de la Cámara de Entidades Financieras del Uruguay. También fue buen amigo de sus amigos y colaboradores, que por cierto fueron muchos y buenos y también son parte de nuestra historia familiar.
Quizás alguien de la familia, de nuestra familia, recuerde y sepa algo bastante más sobre el Tío Pablo, que por cierto disfrutaría mucho de este encuentro de sus parientes “ Fossatis”….
Escribe Alberto Fossati Introzzi:
El 17 de mayo pasado falleció Pablo Fossati a la edad de 83 años. Nos pareció oportuno en este lugar de encuentro de la familia Fossati rescatar algunas líneas de un Editorial del semanario Búsqueda -el cual fue uno de sus sueños- donde la pluma de Danilo Arbilla nos pinta algunas de sus facetas y virtudes.
Dice de Pablo, que era un hombre “tolerante”, “con sentido común”, “un liberal entero en lo económico y lo político”, “sensible a los temas sociales y humanos y en particular a los tan mentados derechos humanos”. Una persona “que sabia infundir serenidad”, ”llevar la calma”, “dar respaldo”, todo lo cual quizás había aprendido en sus años jóvenes de navegación en su frágil yola: la Aída Cristina. También nos cuenta Arbilla que “vivió en París cuando tenía los años que había que tener para vivir en París y en la época en que había que estar en la Ciudad Luz”; de ahí quizás su bonhomía, su humanismo y su enfoque existencial del devenir.
Es bueno recordar que Pablo había nacido allá por 1924, en el hogar del Dr. Américo Fossati Rosselli y Alicia Benenati Roldós y era el quinto de seis hermanos: 1) Alicia María (Pocha); 2) Américo Leónidas (Mango); 3) Carlos María (Poto); 4) José Luis (Pepe); 5) Pablo Roberto y 6) Guillermo Horacio (Meme). Estudió con los jesuitas y se graduó en leyes en la Universidad de la República.
Se casó en primeras nupcias con Hana Fischer, de ascendencia checoslovaca; con quien tuvo a sus cuatro hijos: 1) Pablo Alberto; 2) Luis Enrique, 3) Ana María y 4) Ricardo Francisco, que le dieron 11 nietos. Años después de enviudar, se casó con Penélope Calatzis, de ancestros griegos, con quien compartió buenos tiempos cultivando la bohemia rural de “La Chacra”, un refugio sencillo frente a la cruz y la roca del Pan de Azúcar, donde plantó robles, fresnos y nogales y cultivó familia y amigos. De allí salieron ideas, lecturas, tertulias, editoriales, viajes y varias reuniones familiares y de amigos que se repetían al menos una vez por año, cada 26 de diciembre, el día de su cumpleaños. Juntos festejamos varios.
El editorial nos recuerda que Pablo “no sólo fue abogado, sino mucho más”; fue también banquero (en ambas márgenes del Río de la Plata), estanciero y arrocero (allá por la Laguna Merim, en los pagos blancos de Cerro Largo y Rio Branco); periodista (de Búsqueda e impulsor de la Revista de la ARU), comentarista radial (en “Tomándole el pulso a la República” de radio Carve); dirigente gremial (en la Asociación Rural, en la Asociación de Bancos, en el Colegio de Abogados). Fue fundador presidente y socio de honor de la Cámara de Entidades Financieras del Uruguay. También fue buen amigo de sus amigos y colaboradores, que por cierto fueron muchos y buenos y también son parte de nuestra historia familiar.
Quizás alguien de la familia, de nuestra familia, recuerde y sepa algo bastante más sobre el Tío Pablo, que por cierto disfrutaría mucho de este encuentro de sus parientes “ Fossatis”….
1 comentario:
Desde la muerte de nuestra madre, Pablo y yo pasamos a vivir con nuestra hermana Pocha y con Carlitos, su marido. Con Pablo teníamos un diálogo fluído desde niños, pero desde ese momento hasta hace bien poco tiempo, nuestras charlas eran casi permanentes, fraternales y amistosas, aunque siempre discrepando, fuera el tema que fuera. Un recuerdo especial para una charla de verano,los dos solos en medio de las arenas del Polonio. Fue una charla mìstica no solo por el tema sino también por la magia del lugar.
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